MIÉRCOLES 21
Hoy se presenta una noche un tanto extraña. He dejado a Sonia en el salón, enganchada como una lapa a la pantalla del televisor con una de esas series interminables que me aburren hasta decir basta, y me he venido a la pequeña habitación que utilizamos de estudio. Puedo sentir su presencia a pesar de la pared que nos separa, y el lejano rumor de la televisión me confiere una hogareña sensación de paz. Definitivamente, el nuestro es un matrimonio feliz.
Siempre hemos gozado de un entendimiento que muchas parejas han envidiado, y es lógico porque nuestro amor nació de una amistad que ya había ido creciendo poco a poco con el tiempo. Cuando nos presentó un amigo común, recuerdo que pensé que era hermosa; pero no fue, ni mucho menos, un amor a primera vista, de esos que arrasan todo tu ser nada más aparecer y cambian tu vida para siempre.
El nuestro fue un amor sosegado, fruto de las múltiples coincidencias en fiestas universitarias y reuniones de amigos. Poco a poco tuve la oportunidad de ir conociendo a esa muchacha y forjando una amistad que se fue llenando de ternura y cariño sin que yo me diera verdadera cuenta, hasta que fue demasiado tarde, y me vi atrapado en un mar de sensaciones que me decían que, en algún punto de esa amistad, yo había cruzado el límite y me había enamorado de ella. Fui plenamente consciente de ello cuando Sonia se marchó de viaje por dos semanas con unas amigas y yo me descubrí echándola terriblemente de menos, deseando que el tiempo se mostrara clemente conmigo e hiciera volar los días en un abrir y cerrar de ojos, en lugar de convertirlos en una eternidad. Comprendí que ella había traído la felicidad a mi vida y había llenado mis días de una luz especial que me hacía ver el mundo a través de unos ojos distintos, más brillantes, más alegres.
Cuando regresó le confesé que ya no sabía vivir sin ella, y así sigue siendo desde entonces. Incluso tras tres años de matrimonio y un largo noviazgo de cinco, ella sigue siendo mi fiel compañera en este camino que es la vida, la persona en la que me apoyo siempre que surge alguna adversidad, la tierna mujer a la que quiero proteger contra viento y marea de cualquier mal o tristeza… Por qué, entonces, estoy aquí, frente a la pantalla de este ordenador, esperando a que la ventana abierta del chat me diga que Ella no ha decidido desaparecer de mi vida?
Imagino que Sonia me cree revisando algunos documentos del trabajo o simplemente navegando un poco por la red; si sólo supiera que me encuentro rememorando los comienzos de nuestra relación mientras espero a que otra mujer haga por fin acto de presencia en mi vida… Cómo podría explicarle lo que me está sucediendo? Cómo podría hacerle entender que mi amor por ella sigue siendo el mismo y que no cambiaría nada de nuestra vida en común? Sonia y Ardid son dos mundos completamente distintos, la primera es la razón personificada, la demostración de cómo dos personas de caracteres afines pueden complementarse y construir juntos una vida mejor, la consecución lógica de la amistad al amor a través del tiempo y el entendimiento. La segunda representa la instauración del caos y la locura en un mundo perfectamente organizado, el despertar de lo irracional que te lleva a un exótico viaje por los sentimientos más primarios, desde la euforia más grande hasta la tristeza más desoladora. Ella es la encarnación de la pasión en cada uno de sus actos y palabras, siendo capaz de hacerte creer en la existencia de elefantes verdes con tan sólo proponérselo.
Voy controlando la ventana del chat mientras dejo a mi mente vagar y escribo todo esto. Ignoro si mi espera es en vano o no pero, al menos, hoy ya no me persigue la angustia de la pasada noche; se ha ido desvaneciendo ante el convencimiento de que debo tener fe en que aquel mail no traía implícito ningún mensaje entre líneas, que fueron mis propios miedos los que me la hicieron ver como un ser voluble y débil. Pero no; quiero creer en su pasión arrolladora y en su necesidad de mí, en esa hermosa teoría suya de que su alma y la mía están conectadas por una fuerza más poderosa que la vida misma.
Es realmente paradójico que mi corazón pueda sentir dos amores tan sinceros y tan…
Dos y media de la madrugada. Mis pensamientos se vieron interrumpidos por un «Hola!» que revolucionó mi estado anímico y alteró el orden del espacio tiempo, sumergiéndome en un mundo paralelo en el que todas las leyes físicas y humanas pierden consistencia, un mundo en el que todo es posible.
Verla aparecer con total naturalidad me ha hecho darme cuenta de cuánto me asustaba la idea de no volver a saber de ella, de que realmente contemplaba esa posibilidad como algo muy probable y aterrador. Qué voy a hacer con estos sentimientos? Cómo diablos seré capaz de compaginar y hacer coexistir la fantástica vida que tengo junto a mi mujer con la maravillosa vida que podría ofrecerme Ardid?
Pero cómo puedes dejarnos con la miel en los labios? Y ahora tengo que esperar un día entero a que publiques el siguiente capítulo? Esto no se hace 😦